Querido Blog:
El día de hoy vengo con uno de esos temas de mi vida
cotidiana: Los pasteles.
A mis casi 30 años, he venido a descubrir que estoy hasta la
madre de los pasteles. Ya ni siquiera es por el hecho de haberme comido más
pasteles en lo que va de tres años y contando, que en el resto de mi existencia.
Es porque la experiencia de saborear un pastel se ha visto
amargada por el hecho de tener que participar en el proceso. Me explico, en el
lugar donde trabajo se piden pasteles cada que alguien cumple años, ok, hasta
aquí todo bien.
El lado oscuro que no suelen ver los cumpleañeros ni demás
festejados es que para empezar, pareciera que ya agarraron a mi compañera de al
lado como la “Pedidora Oficial y Obligatoria” de pasteles. Siempre que alguien
cumple años le dicen a ella, o en su defecto, a mí, como si no tuvieran manitas
y no supieran marcar un teléfono para pedir por ellos mismos pero bien que se
indignan cuando uno les dice que está ocupada.
No solo es la chinga de ver de qué pastelería pides un
pastel, luego salen con que el festejado quiere un sabor en especial o de una
pastelería en especial y ahí viene la chingadera de que o la pastelería vende
más caro y/o no entregan a domicilio.
Después es la friega de pedir la cooperación, en donde se
estableció que cada quien diera sus respectivos $20.00, que no siempre alcanzan.
De aquí se desprenden más variantes: Los cooperadores no traen el suficiente
dinero y a veces te andan dando $5.00 pinches pesos, y/o no traen y no te dan
nada pero bien que se forman a la hora de la repartición para que les toque su
pedazo.
De ahí, a veces la pastelería te sale con la fregadera (como
la OK) de que el pastel para “20” personas pareciera que es para “10” y tienes
que ingeniártelas para cortar el pastel de tal forma de que a todos nos toque una
embarrada, perdón, un pedazo, o como me pasó en una ocasión en que tuve que
poner de mi dinero para comprar otro pastel…
Ese es otro punto, no solo hay que comprar el pinche pastel,
también hay que comprar los platos y los cubiertos, y como a veces o no hay
suficiente quorum o no te cooperan completo, ahí va uno a ponerle de TU dinero
que no tenías contemplado gastar y para que al final nadie te diga ni las
gracias!
Y bueno, como llevábamos un buen rato pidiendo pasteles que
no alcanzaban ni para tapar una muela, se acordó pedir de una pastelería en
especial que tiene el Martes 2X1. Cuando todo parecía que iba mejorando, no
faltó quienes salieran con la chingadera de que había que pedir un pastel en
otro día que no era martes y/o quienes se quejaran de que ahora “sobra mucho
pastel”! Y concluí que ningún chile les embona.
No solo eso, tampoco faltó la típica choriza que nadie de la
oficina quiere y que busca hacerle la barba a su jefa, en salir con que como la
jefa tenía una conocida que hacía pasteles, pues que fueran nuestros surtidores
oficiales, y pasó que nos trajeron dos pasteles bastante caseros y con calidad
de sabor dudosa, al mismo precio y que tampoco alcanzaba para saciar los
diabéticos corazones. Aquí el punto es que como la tipa es de odiarse, todas
sus iniciativas además de pendejas son de “y a ti quién diablos te pidió tu
opinión?
Y si para este punto no era ya suficiente tanta chingadera…lo
peor de todo es que 90% de las veces piden pastel de chocolate! ODIO EL PASTEL
DE CHOCOLATE! Me encantaba cuando tenía 15 años y no más! Para colmo hay puticientosmocos
de variedades de pasteles de chocolate y como el cumpleañero es el que pide,
pues siempre sale con la mmada de pedir de chocolate.
AHHH! Pero la real chingadera de todo esto es que cuando a
mí me toca pastel en mi cumpleaños, no solo tengo que fletarme el hecho de
tener que compartir mi fecha sagrada con otra cumpleañera, tengo que aguantarme
en que pidan pastel de chocolate porque le pidieron primero su opinión y la muy
zángana lo pidió de chocolate!!
Escuchando:
Voltaire – Hate Lives In A Small Town