El día de hoy maté a mi vaca de un solo tiro, con la mente fría en el calor del momento.
No, mi estimado lector, literalmente no maté a una vaca, por lo que no es necesario que llame a PETA o en el mejor de los casos, no pienso hacer una carne asada. Debo decir que eso de la vaca es parte de una historia, de esas que te dan las personas encargadas de darte terapia para que te hagas tus malviajes y te saques ese valor que debes de tener escondido en alguna parte y que el miedo y la conformidad se encargaron de ahuyentarlo.
En resumen: Un sabio visita a una familia algo miserable que dependía de una vaca moribunda, se las mata antes de irse (sin que estos se enteren), al año los vuelve a ver y ve que prosperaron a fuerza de sobrevivir.
Si quieren leer la versión más poética, la pueden encontrar como la Fábula de la vaca.
Bueno, algo así está pasando en estos momentos.
Renuncié al trabajo en el que estaba, de ese en el que los últimos tres años se ha encargado de matarme de a poco y con mi consabido permiso. Ese del que tanto renegaba en mis posts anteriores.
Hay veces en las que uno se aferra a lo que considera seguro y con el tiempo te da miedo salirte de esa zona de confort y enfrentar la realidad laboral del país en donde vives. A veces, reflexionándolo, es como si hubiera estado agarrada a una tabla en medio de lo que yo creía un océano, con el plus de que la tabla tuviera clavos oxidados. Tal vez era mi miedo a soltarme y no creerme capaz ni con la fuerza para poder nadar.
Hacerlo no fue fácil, primero tuve que enfermarme para poder encontrar un camino a la sanación, en el inter recobré mi confianza, había olvidado quien era y aun sigo en esta fase de volver a encontrar mi centro.
No lo voy a negar, llevaba tiempo planeando mi renuncia. De hecho le había dado fecha: Febrero del 2018. Había planeado hacerlo todo "correctamente", avisar con mis 15 días de anticipación, capacitar a quien sería mi reemplazo, despedirme de todo el mundo con tiempo, cerrar ese ciclo de la mejor manera.
Y si algo he aprendido en estas tres décadas de mi vida, es que nada de lo que visualizo sale según el plan.
Mi salida fue abrupta, de un día para otro, con desgreñe de por medio, pero eso sí, recuperé mi dignidad, mi auto-respeto y mi salud mental.
No soy robot, soy un ser humano (casi parafraseando al Hombre Elefante), y como humana, cometo errores y debo de permitírmelos. No puedo aceptar que del 100% de mis responsabilidades todas salgan bien y que por UN solo error, me la estén cantando durante un mes entero. Un error que además se solucionaba en menos de 15 minutos. Tampoco podré dejar pasar que me reclamen por no "cumplir con las metas" de una actividad que en primera, según las políticas y mi descripción de puesto, está PROHIBIDA que yo la haga; en segunda y en tercera: ni es mi responsabilidad y mucho menos mi problema.
Es última frase fue con la que cerré con broche de oro el tremendo agarrón que me di con mi otrora jefe. Aun lo recuerdo y me llena de orgullo y placer el haberlo dicho y su cara al reaccionar. Eso sí, sacó el cobre, pero no esperaba menos de un (disculpen que no haya encontrado un sinónimo) tremendo naco.
Fue rápido, de un día para otro, prácticamente en menos de una hora ya tenía mis respaldos y los pocos pendientes organizados para quien me fuera a recibir mis cosas. Señal de que todo siempre estaba en orden y bajo control. Solo duró dos días, aproveché más para despedirme de toda la gente con la que trabajé.
Al final, como siempre lo dije, lo difícil es despedirte de la gente con la que trabajaste y pasabas más tiempo que incluso con tu propia familia.
Este lugar de trabajo me dejó muchos aprendizajes, me volví más abierta y sociable (es en serio), pude compenetrarme con la gente oriunda de Guadalajara (les hallé el modo), hice amistades entrañables; laboralmente hablando, aprendí muchísimas cosas y desarrollé otras. Y bueno, estando ahí tuve a lo mejor de mi vida: Mi niño, de quien no era consiente que lo extrañaba horrores.
Ahora me queda sanar este desapego y cerrar este ciclo, no tengo idea de qué haré en el futuro inmediato, pero una cosa si estoy segura: Haré de esta nueva etapa una de las más felices de mi vida.
Cierro este post citando parte de la publicación en mi FB:
En donde trabajaba pasaba un fenómeno cada año a mediados de invierno (sí, soy ñoña y me fijo en esas cosas). El sol se reflejaba en un edificio e iluminaba el pasillo. Esto solo duraba 12 días exactamente.
¿Qué es lo relevante de eso? Era la única vez en todo el año en la que la luz del sol entraba en la oficina y podía apreciar un atardecer.
Aprecié todas y cada una de esas veces pensando en si seguiría ahí al siguiente año para verlo.
Esta foto fue la última vez:
Escuchando: Enanitos Verdes - Cada vez que digo Adios.
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